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Días de protocolo y playeros verdes
Los Príncipes, a su salida del concierto / Luisma Murias
Llegada de los Príncipes

Días de protocolo y playeros verdes

Los Príncipes saludaron lo justo, Cascos y Aza estrenaron estatus y el atleta Gebrselassie sonrió sin parar volando sobre sus zapatillas

Viernes 21 de Octubre de 2011
Oviedo, Pablo ÁLVAREZ

Hay muchas maneras de llegar a Oviedo para recibir un premio «Príncipe de Asturias». El poeta y cantante Leonard Cohen, por ejemplo, se limitó a saludar a la concurrencia quitándose el sombrero y poco más. Protocolariamente correcto. Ayer, el atleta etíope Haile Gebrselassie se mostró mucho más dinámico. Se bajó del coche casi de un salto. Sus zapatillas verdes fosforescentes parecían muelles. Saludó a las autoridades y se dirigió hacia la banda de gaitas que amenizaba la llegada, a la que dirigió gestos de felicitación. Sonreía sin pausa. De repente, vio a una muchacha ataviada con una camiseta de Etiopía -verde y amarilla-, intensificó su sonrisa y se dirigió hacia ella para firmarle una camiseta; lo mismo hizo con el acompañante de la chica, ambos fondistas del equipo de atletismo de la Universidad de Oviedo.

Eran las doce y treinta y cinco minutos del mediodía cuando, tras un vuelo Adís Abeba-París-Asturias, el premio «Príncipe» de los Deportes llegaba al hotel de la Reconquista. Antes lo había hecho Bill Drayton, galardonado en la modalidad de Cooperación Internacional por su decisivo impulso a la figura de los emprendedores sociales. Drayton también fue de los correctamente protocolarios.

Entre uno y otro, a las doce menos diez, arribaron al hotel ovetense los Príncipes de Asturias. Don Felipe y doña Letizia desplegaron un catálogo de sonrisas y saludos simplemente discreto. La Princesa dio la bienvenida al otoño con un abrigo de tono claro. Centenar y pico de curiosos aguardaban la llegada del matrimonio, que, por razones lógicas, ya no despierta aquella ruidosa expectación de años atrás.

A la entrada del Reconquista les esperaban las autoridades civiles y los responsables de la Fundación Príncipe. Por vez primera, esa fila estaba encabezada por Francisco Álvarez-Cascos, presidente del Principado, quien mostró una efusividad muy escasa, digamos nula, con sus antiguos compañeros del Partido Popular, Fernando Goñi, presidente de la Junta General del Principado, y Gabino de Lorenzo, alcalde de Oviedo. Más tarde, Cascos declaró a los medios de comunicación que sentía «una emoción muy especial» y subrayó que los premios «se han convertido en la portada de la presentación de Asturias en el mundo». Florentino Alonso, consejero de Presidencia y mano derecha de Cascos, había puesto la nota de austeridad gubernamental al llegar a la cita caminando, pero de zapatos, no de playeros.

Otra novedad se centró en el cambio de estatus del diplomático asturiano Alberto Aza, hasta el pasado 30 de septiembre jefe de la Casa del Rey. Ayer se le veía más relajado, pero sin permitirse ni una salida del guión. Fue recibido por los Príncipes junto a los otros galardonados con las medallas de Asturias de 2011. «Hoy jugábamos todos en casa y estamos todos contentísimos», destacó.

Leonard Cohen abandonó el Reconquista a las doce y cuarto y regresó a la una y cinco. «Nosotras pensábamos que era un bigardo de dos metros», comentaron al verlo las hermanas Trinidad y Cristina Suárez, quienes se mostraron sorprendidas al comprobar que el premio «Príncipe» de las Letras seguramente no rebasa el metro setenta.

El científico astur-mexicano Arturo Álvarez-Buylla, galardón de Investigación Científica, se mostraba algo griposo, pero muy feliz tras la reunión de anteayer de más de un centenar de miembros del clan Álvarez-Buylla.

La mañana finalizaba y José López y Marta Díez, fondistas de 5.000 y 10.000 metros, se marchaban felices, con las camisetas firmadas por su colega Gebrselassie, el maratoniano de los playeros verde fosforito. «Para nosotros es el mejor atleta de todos los tiempos; sigue siendo la persona humilde que salió de Etiopía», proclamaban.

Abrigo beis claro y vestido rojo, para la mañana, y esmoquin de lentejuelas negro con pantalón negro y camisa blanca de lorzas, para el concierto de la tarde-noche. En ambos casos, con tacón alto. Melena, por la mañana; moño, por la tarde. La Princesa Letizia volvió a acertar en la elección de vestuario. Al igual que el Príncipe, respondió con una amplia sonrisa a los saludos del público que se agolpó en la calle para verlos.