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Gaudeamus Cohen
Leonard Cohen saluda a los estudiantes en el campus del Milán de Oviedo / Nacho Orejas

Gaudeamus Cohen

El autor inauguró una exposición con su obra en el campus del Milán, en un acto en el que entonó el himno, habló, se emocionó y firmó a su nueva hornada de seguidores l La generación musical de los noventa le homenajeó en el Paraninfo

Viernes 21 de Octubre de 2011
Oviedo, Javier BLANCO

Leonard Cohen metió sus manos en los bolsillos de la americana, cabeza erguida con su inseparable sombrero bien encajado. Cantaba el coro de la Universidad «Gaudeamus igitur» y el autor canadiense se puso a tono con solemnidad. Entonó las primeras notas, acompañó con su voz grave, más susurrante que nunca. Un momento de lujo para la Universidad de Oviedo. Enseguida paró y, atentamente, dejó que corriera el himno por excelencia de estudiantes y profesores. Lo siguió con su oído y su mirada firme hacía las voces del coro, que estaba tras la cinta de seguridad. Fue la culminación de un bello acto, que los responsables universitarios manejaron con la elegancia y sabiduría que requiere la institución académica.

Cohen, entre jóvenes (muy jóvenes); jóvenes muy alejados de las generaciones pro Cohen. Son los nuevos chicos y chicas que enlazan con el hombre de «Hallelujah» tras el «enganche» anterior de los indies de los noventa, justo los que ayer se reunieron para hacerle un homenaje en el Paraninfo cantando algunas de sus joyas. Antes de comenzar la sesión, Nacho Vegas evocó aquellos tiempos y definió el encuentro de ayer en el edificio histórico como una reunión de antiguos alumnos. En el cartel de ese «sonido de los noventa para Cohen» estaban anunciados Xabel Vegas, Nacho Vegas, Montse Álvarez, Roberto Nicieza, José Luis García, Fany Álvarez, Fernando Marín, Igor Paskual, Alicia Álvarez, Chus Neira y David Guardado.

Y es que la Universidad celebró «el día de Cohen». El autor de «I'm your man» llegó al mediodía a la Facultad del Milán para inaugurar una exposición de sus grabados, su dibujos; mezclados con decenas de mensajes de alumnos que le agradecían su poesía, que le hablaban de canciones y de otros cantantes. La decana de la Facultad de Filosofía y Letras, Teresa Valdés, y el vicerrector, Vicente Domínguez, le fueron explicando esos mensaje entrelazados con su exposición, «Leonard Cohen: La cara B». Cohen miraba. Lo hizo con su paciencia, su serenidad habitual. Observó con la misma pausa que interpreta sus canciones. Para cantar se acerca el micrófono a la boca, para leer a los alumnos se puso sus gafas para ver de cerca. Luego estampó su firma en el libro de honor. Agradeció el cariño y la atención, sentimiento que transmitió con una breves palabras que dijo tras destapar una placa que inmortaliza la visita del hombre del «Famoso impermeable azul».

Con la serenidad académica que correspondía al evento, Cohen atendió a muchos jóvenes que esperaban escalera arriba, improvisando una grada. Nadie dio una mala nota mientras firmaba. Entre los «conseguidores» estaba feliz Nerea Méndez, una estudiante de Bellas Artes, a la que el genio de «Chelsea Hotel» firmó en su tatuado brazo.

Ese recreo tan especial lo resumieron para LA NUEVA ESPAÑA el vicerrector y la decana: «Estaba absolutamente emocionado y agradecido por todos los mensajes. Alguno hasta le proponía cantar con Sabina. Estaba muy emocionado. No estaba previsto que hablase, pero se saltó el protocolo y lo hizo», cuenta Domínguez, que añade otro detalle: «Reparó en un dibujo de su casa».

Cristina Valdés guarda una «impresión estupenda. Una grata impresión. Le hizo ilusión; se emocionó al ver los mensajes. Le íbamos contando su sentido y que las semanas previas estudiantes de Literatura Canadiense, de Arte, de Música y de Filosofía habían estado trabajando sobre su obra global», explicó la decana, que puntualizó: «algunos estudiantes pudieron hablar con él». La decana desveló además que le enviarán un libro a su casa. «Un libro con mensajes de la gente. Un libro con fotos, poemas, relatos». Valdés concluye con otra confidencia del autor de «So long, Marianne»: «Le llamó mucho la atención lo bien expuesta que estaba su obra, le pareció que los marcos eran muy adecuados. Y en el libro agradeció la «atención tan amable». La placa es la primera que hay en la Facultad de Filosofía y Letras y esperemos que luego se cree un rincón de los premiados, que siga sumando», matizó la decana.