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Muñoz Molina: "En prosa hay que cuidar las rutinas del lenguaje y evitar los clichés"
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Premio Príncipe de Asturias de las Letras

Muñoz Molina: "En prosa hay que cuidar las rutinas del lenguaje y evitar los clichés"

El escritor está disfrutando en Oviedo: "Pensé que todo sería más solemne"

Viernes 25 de Octubre de 2013
M. S. Marqués

Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) está disfrutando estos días en Oviedo. Ha visitado la catedral, ha paseado por la ciudad. "Está siendo una estancia agradable", comentó ayer durante la conferencia sobre "La literatura como oficio" que impartió dentro de la Cátedra Alarcos. Confesó que por la naturaleza del premio se imaginaba todo más encorsetado, más solemne, pero se llevó la alegría de poder organizarse libremente.

Frente a la variedad de cuestiones que salieron a relucir el miércoles en sus dos encuentros con los lectores, ayer solo habló de literatura, y de las circunstancias que se dieron en las últimas décadas para que un grupo que comenzó a publicar en los años 80 pudiera escribir en libertad, y para que una generación de lectores encontrara la literatura que quería leer. "Eso quiere decir que durante esos años disfrutamos de unas condiciones excepcionales", algo que a su juicio parece haber olvidado mucha gente. "A esas personas me gustaría preguntarles que a qué parte de los beneficios de este último cuarto de siglo están dispuestos a renunciar".

Muñoz Molina se inició en el mundo de la escritura en el año 1982 publicando un artículo semanal en un diario de Granada. Recuerda esos comienzos con cierto terror porque "vivía angustiado toda la semana". Temía, hasta que se fue acostumbrando, que una vez entregado cada artículo no se le volviera a ocurrir nada. "Y lo que fue creación romántica e incontrolada se fue ajustando a unas normas. Limitarme a un ritmo y a una extensión sirvió para que sacara posibilidades que a lo mejor no habría sacado", comentó.

Los artículos fueron cada vez más fluidos y el premio "Príncipe de Asturias" de las letras dio el salto a la novela. Tardó un tiempo en encontrar la fórmula de acoplar todo lo que surgía en su mente, pero una mañana saltó la chispa y todo encajó. "Una idea puede hacer que todo encuentre su camino de manera natural", aunque quede mucho que hacer. Después hay mucho que trabajar, y contar con el desánimo, porque hay que escribir todos los días y puede no salir nada".

Por el contrario se puede conseguir que toda la experiencia y el conocimiento acumulados fructifiquen y haya una especie de erupción literaria. Entonces el escritor propuso someter esos textos a una revisión rigurosa para no dejar pasar nada incontrolado. "Hay que cuidar las rutinas del lenguaje, prescindir de los clichés, de las vulgaridades. Si hay un silencio que no sea sepulcral ni la necesidad siempre imperiosa". Cree que en la prosa española "hay demasiada indulgencia", por eso para evitar excesos y lugares comunes reivindicó la figura del editor. "Porque uno es incapaz de ver lo que ha escrito y se cuelan cosas aunque lo leas cinco veces. El editor debe ser una compañia imprescindible del escritor".