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Una revolución llamada ciencia
Gotor, Nurse, Rodrigo y Nombela, entrando en el Paraninfo para el debate sobre la ciencia. / Nacho Orejas

Una revolución llamada ciencia

El presidente de la Royal Society, Paul Nurse, augura un «período fructífero» para la investigación europea en los próximos años, en su debate con el presidente del CSIC, Rafael Rodrigo

Jueves 20 de Octubre de 2011
Oviedo, Eduardo GARCÍA

«La ciencia es una actividad realmente revolucionaria». Así lo ha sido y así lo será. Son palabras de un optimista -así se declaró él ante el numeroso auditorio que se dio cita para escucharle en el edificio histórico de la Universidad de Oviedo. Se trata de sir Paul Nurse, presidente de la Royal Society, que hoy recibirá en nombre de la entidad el premio «Príncipe de Asturias» de Comunicación y Humanidades.

Nurse, biólogo celular, se vio las caras con Rafael Rodrigo, astrofísico y presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en un acto científico y divulgativo donde se habló de ética, de retos y hasta de agravios. Fue moderado por el catedrático de Microbiología César Nombela, que abrió la sesión con una de esas preguntas del millón de dólares: ¿qué nos queda por saber?

Nos queda por saber casi todo. Rafael Rodrigo lo ejemplificó con un «estamos todavía asomándonos a la cuna» y explorando el mundo «como en su día hizo Colón». Nos mueve el ansia de conocer por qué importa -dijo- «saber quién somos, los mecanismos de formación de la vida».

En esta ingente tarea por delante, Nurse acudió a la metáfora literaria para no dar palos de ciego: «No se puede escribir una obra sin saber quién participa en ella, sin conocer muy bien los personajes» de la novela. Los personajes somos nosotros, protagonistas del progreso. A Paul Nurse las nostalgias de tiempos pretéritos le suenan a broma pesada: «En las ciudades ricas de Inglaterra, la esperanza de vida de sus habitantes hace un siglo era de menos de 50 años. Mis antepasados vivieron en situaciones asquerosas. Y el progreso ha llegado gracias a la ciencia que, además, nos permite maravillarnos por tantas cosas del mundo».

El Paraninfo de la Universidad de Oviedo estaba lleno casi media hora antes de comenzar el acto. Se habilitó el aula Clarín, en el primer piso, para unas decenas de personas que fueron víctimas de problemas técnicos con la traducción simultánea. Casi un cuarto de hora en inglés como único idioma motivó que algunos desistieran.

Paul Nurse entiende la ciencia como «una cultura global que es capaz de romper fronteras». Nada más productivo, dijo, que los equipos de investigación formados por científicos de diferentes culturas. Habló de los españoles, «que son capaces de aportar algo, no sé muy bien qué», en el laboratorio. «Tortilla de patata, tapas... Bueno, no sigo por ahí porque puedo ofender a alguien». La audiencia le perdonó con una sonrisa su paso por un «jardín» en el que se metió él solo.

Europa pierde posiciones, pero no tan rápido como algunos piensan, señaló Rodrigo. Para mantenerse no valen los atajos, añadió el presidente de la Royal Society: «En materia de ciencia, invertir dos años y cerrar el grifo no sirve para nada, es una tontería. Es preciso invertir a largo plazo». E invertir bien. Otra prueba de optimismo por parte de sir Paul porque «en los próximos años viviremos un período muy fructífero en la ciencia europea, un área de 350 millones de personas».

Convertir el conocimiento científico en algo práctico es una asignatura pendiente global, pero que a España le compete de forma alarmante. En transferencia de conocimiento somos manifiestamente mejorables. «Tardamos más de lo deseable en traducir el conocimiento a la realidad», señaló Nurse.

Ciencia, poder, sociedad, tres polos a veces contrapuestos. «La ciencia no es la solución pura», dice Rodrigo, y en ocasiones es víctima «de las demandas de los políticos para que se den soluciones inmediatas». Paul Nurse rompió una lanza en favor de la juventud: «Las cosas van mal cuando se presiona demasiado a los jóvenes investigadores exigiendo resultados». Y exigió «debates sensatos» en torno a la ética científica «antes de que los titulares de prensa acaben por estropearlo. Cuando los medios de comunicación acaban destrozando un tema, ya no hay nada que hacer».

«Los métodos de control científico son muy buenos», matizó el presidente del CSIC. En todo caso «mucho mejores que en otras profesiones».