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Banville y la importancia de estar vivo
Un momento de su intervención en el teatro Jovellanos, acompañado por Rodrigo Fresán. / Ángel González

Banville y la importancia de estar vivo

"Cuanta más edad tengo, menos entiendo a los humanos", afirma el autor irlandés, que se tomó un vino en el café Dindurra de Gijón rodeado de admiradores

Jueves 23 de Octubre de 2014
Gijón, Luján Palacios

Empezó por "El mar" y se pasó al lado oscuro, en un salto de identidades y temáticas que hizo las delicias de sus fieles. John Banville protagonizó ayer por la tarde un encuentro con más de novecientos miembros de clubes de lectura de toda Asturias e incluso de Cantabria que llenaron el teatro Jovellanos de Gijón para dar la bienvenida al premio "Príncipe de Asturias" de las Letras. Dos escritores en una sola persona, en un acto también con dos partes que acabó en el café Dindurra al calor de una copa de vino y envuelto en una bufanda de rojo vibrante.

Arrancó la primera parte del encuentro con la obra "El mar" como gran eje vertebrador de una idea repetitiva en el discurso de Banville: "La importancia de estar vivo". Una certeza redescubierta al escribir una novela casi autobiográfica en la que el mar es telón de fondo y la infancia protagonista. Con la citada obra "estaba intentando leer mi propio pasado, cuando pasábamos los veranos en el mar intentando descubrir quiénes éramos", confesó el escritor irlandés al argentino Rodrigo Fresán, conductor de la charla, y con una proyección de diferentes vistas de playas del Cantábrico en una gran pantalla.

Escribiendo el libro recordó cómo "lo extraordinario de la infancia es descubrir todo por primera vez, como cuando por vez primera se besa a una chica", a la vez que se percató de cómo "estar vivo es mucho más presente que escribir de algo, y la vida es lo más importante".

Pintor fracasado en la adolescencia, Banville reconoció que del tropiezo adquirió a cambio "una mirada diferente", gracias a la que "veo que la gente vive a través de mis palabras". Y con la que, a pesar de ello, "sólo veo las superficies, pero no sé qué hay dentro de las cosas". De hecho, el escritor también se sinceró con las sensaciones que le produce el paso del tiempo, toda vez que, "cuanta más edad tengo, menos entiendo a los humanos, no puedo entender a las personas".

Ligado a uno de los rasgos más distintivos de Banville, Fresán no quiso dejar pasar la oportunidad de comentar su búsqueda constante de la perfección. "Ahora estoy acabando una nueva novela como Banville, pero al releer lo que ya llevo escrito me he dado cuenta de que tengo que rehacer casi todas las frases; es algo que me pasa siempre. Tengo que terminar las novelas que escribo, y aunque al principio pensaba que iba a ser una gran novela, acabo viendo que no era la gran obra maestra que esperaba. Aun así, algunas frases que he escrito merecen la pena", apuntaba a su auditorio, con un consejo: "Ser escritor es no abandonar nunca una obra hasta no estar ya cansado de todo".

Mucho más divertido es, en cambio, transformarse en Benjamin Black, el álter ego de Banville que escribe novelas policiacas "por el simple placer de contar historias". "Si Black apareciera ahora, me diría que soy un arrogante, y también me diría que escribiera sin más", contó Banville a sus lectores. Porque "es un gran placer escribir las historias de Black, es como ser dioses eso de inventar personajes y experimentar qué pasa con sus vidas según introduces variaciones". También indicó el irlandés que no disfrutó de esa sensación liberadora hasta que inventó a Black, del que acaba de terminar una novela.

Una relación de duplicidad "muy curiosa", en la que "tratamos de ser como un matrimonio del siglo XIX; Black se encarga de ganar el sueldo para que yo viva en casa como una esposa de la época". Una suerte de "mano izquierda" que, para tranquilidad de sus seguidores, tiene todas las trazas de continuar trabajando en un futuro.

Habló Banville de muchas otras cosas : "Bogart era un actor malísimo, pero quién no querría tener a su lado a Lauren Bacall", aseguró, y refrendó su idea de que el ser humano "no es el centro del universo; somos parte del mundo animal, y lo terrible es ver cómo hemos roto con ese mundo".

Para acabar, terminó sentado en una de las mesas del café Dindurra, rodeado de nuevo de admiradores y recibiendo un obsequio de manos de un representante de los clubes de lectura: un libro compuesto por algunas de las frases de sus obras. Cerró el acto atendiendo la curiosidad de sus lectores, expresada por boca de una paisana irlandesa aunque residente en Asturias: "¿Se tiene que olvidar de Banville para ser Benjamin Black?". "Benjamin Black se lo pasa muy bien escribiendo, somos dos en uno". Y para sus seguidores, es mucho más de lo que se puede pedir.